martes, 20 de diciembre de 2011

EL REALISMO POLÍITCO



 Podemos establecer el paralelismo, que el realismo político hace entre el comportamiento de los individuos y el comportamiento de las naciones, siguiendo la trayectoria marcada por dos clásico de la filosofía político-social. Hobbes y Montesquieu.

Según Hoffmann (Stanley H. Hoffmann, 1979, Tecnos, Teorías Contemporáneas sobre las Relaciones Internacionales, pág. 314) las teorías sobre la moral internacional tienden a agruparse en dos categorías. Los realistas que sostienen que las relaciones entre los Estados están regidas únicamente por el poder, y que la moral no juega en ellas ningún papel.

La teoría contraria, la que sostiene la existencia de una comunidad internacional, es que puede aplicarse a individuos y Estados el mismo código moral.

Hobbes, en su Leviatán, nos enseña el fundamento del Estado en el mismo origen de la naturaleza humana. El hombre como lobo para el hombre, justifica la cesión de autoridad a una fuerza, superior a todos y capaz de reestablecer la paz entre los intereses egoistas de los hombres. La ley del Estado es el monopolio de la violencia. Sin embargo, cuando Montesquieu, en su  Gobierno Civil, nos propone un equilibrio de poderes basado en el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder de los asuntos exteriores, nos está hablando de  autorregulación del poder. 


Este ejercicio de autocontrol proviene de la sospecha existente sobre la moral del Estado, el cual, tiende a desarrollar comportamientos autónomos respecto del pueblo que los sustenta. La autorregulación corrige o debe acotar y limitar cada uno de esos poderes mediante la mutua supervisión. La diferencia entre una u otra visión del poder del Estado, radica en que Montesquieu señala hacia un poder democrático y Hobbes a un poder absolutista y que además, la linea hobbesiana considera la actuación del Estado como consecuencia de la cesión de voluntad al soberano, mientras la montesquieuana, se fundamenta en la necesidad autoreflexiva del poder como condición de un poder racional.

Para el realismo político, la única ley que existe entre los estados es aquella misma ley que rige la relación entre los hombres, antes de la existencia del Leviathan y, por tanto, la necesidad del mismo lleva implícita la iniciativa de ordenar las relaciones internacionales desde un poder ajeno a la voluntad de los contendientes. Un Estado, más fuerte, y con capacidad de monopolizar el ejercicio de la fuerza, sobre todos los demás Estados.


 La autorregulación de Montesquieu, supone que, los impulsos naturales de los hombres aspiran a acaparar todo el poder. El poder absoluto, por contraposición al poder democrático radica,  precisamente, en la aplicación de criterios autorepresivos, en el ajuste de la conducta conforme a normas autoimpuestas. La división de poderes tiene como finalidad la autorregulación, la mutua vigilancia. Y en ese sentido, tiene una especial importancia la atención que le presta a los asuntos exteriores, que también actúan como autorregulador de las decisiones unilaterales. De manera que la relación con los otros constituye parte esencial de la identidad del Estado.

 La finalidad del realismo político es lograr la mayor seguridad, mediante la disponibilidad del armamento disuasorio más elocuente. (Waltz, Kenneth N.: Teoría de la Política Internacional. Grupo editor latinoamericano. Buenos Aires. 1988). El juego de alianzas más efectivo y el conocimiento de las motivaciones de los otros estados. La mayor claridad en el esquema de subordinación y predominancia, la mayor capacidad de intervención en la configuración del orden (normativo o no normativo) internacional.

En un breve análisis, de los acontecimiento del 11 de Septiembre podemos decir que, la práctica, nos ha enseñado que los enemigos del estado más poderoso del mundo (en términos del realismo político)  son grupos extremadamente reducidos, que  no han utilizado armamento alguno (los aviones y sus combustibles fueron lanzados contra los edificios),  que de utilizar algún armamento, éste ha sido producido en sofisticados laboratorios del propio país. 


Que los ataques para responder a dichos hechos, han estado dirigidos a la destrucción del poder armamentístico de los enemigos, que éste  poder armamentístico no ha sido probado que lo tuvieran y que precisamente, quien presumiblemente sí lo tiene, permanece atento a cualquier intento de ataque bélico (Corea del Norte), con grave riesgo para la economía mundial si se desata una guerra atómica en Corea o Japón, por ejemplo.¿Porqué resulta tan torpe el comportamiento estratégico defensivo del esquema realista, porqué se sigue apostando el dinero y las vidas de los ciudadanos y contribuyentes americanos a un esquema tan desacertado?.

La fragilidad estratégica del realismo político, comparte con las estrategias de pensamiento científico-técnico, su confianza en los técnicos, en los criterios asépticos de las ciencias. Esto pone a los estados ante un sistema de elección racional. La claridad con que se barajan las variables intervinientes en los recientes conflictos evidencian una toma de decisiones preventiva, violenta y castigadora por principio, provocadora, de primeras iniciativas, basadas en sospechas. ¿Dónde está la cientificidad, la seguridad racional de dichos criterios estratégicos?. 


Se impone un nuevo esquema de relaciones internacionales, pero la construcción de dicho esquema no va a ser la presunción de inocencia o las alianzas y contraprestaciones amistosas. La superioridad y la preparación tecnocientífica del sistema de defensa americano no les permite encajar los errores de su propio sistema. Los porcentajes frecuencia de sus balances bélicos, no les permite ver la eficiencia cualitativa de la estrategia individual de sus enemigos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario